Sincronía vibracional: el puente invisible entre alma y cerebro
Cuando ciencia y metafísica se encuentran
Hace unos días,
publicó Las malas energías y la alta sensibilidad. En esa carta da unas interesantes recomendaciones para blindarse frente a personas que tienen “malas energías”, y explicó a qué puede ser debido que, en ocasiones, aparezcan malas sensaciones cuando estamos cerca de alguien, incluso aunque la persona no nos haya hecho nada malo. Compartió su punto de vista, basándose en sus experiencias como PAS y en sus investigaciones, con el fin de ayudar a quienes no lo saben gestionar.Me pareció valiente abordar un tema que aún sigue siendo tabú, y también inspirador para desarrollarlo desde ese punto.
Clara mencionó características del cuerpo energético —lo que suele llamarse alma—, haciendo hincapié en el tamaño respecto al cuerpo material —el aura—, asociándolo a lo que influye en cómo percibimos cuando nos relacionamos.
Ese tipo de cuestiones me recordó algo que llevo tiempo considerando: ciertas experiencias podrían apuntar a algo más profundo. Lo que llamamos sensibilidad extrema podría ser mucho más que un rasgo psicológico.
¿Y si fuese el reflejo de una alta sincronía entre el cuerpo energético y el sistema nervioso?
Dado que es un tema con la suficiente relevancia, he creado esta publicación con tono de ensayo especulativo, compartiendo una perspectiva desde la que propongo un marco más amplio.
El enigma de la conciencia. ¿Qué evidencias científicas hay?
A pesar de los avances en neurociencia y psicología cognitiva, persiste un vacío acerca de qué es la conciencia —por qué existe la experiencia subjetiva—. Las investigaciones suelen enfocarse en tratar de explicar qué son los pensamientos, pero con la limitación que supone no incluir elementos que impliquen considerar el origen fuera del cerebro. El modelo científico clásico es el que sostiene que emerge solo de conexiones neuronales —sinapsis—.
La comunidad científica, que en el pasado negaba la existencia de bacterias o meteoritos, tiende a rechazar lo que no es medible o lo que es demasiado complejo. Ese es el motivo por el que se avanza muy lentamente hacia nuevas direcciones.
Sin embargo —y aquí empieza lo interesante—, siempre hay quienes no se conforman con lo establecido, desafiando los tabúes de cada época. Es el caso del físico matemático Roger Penrose —premio Nobel— y el neurocientífico Stuart Hameroff, que propusieron la teoría de la Reducción Objetiva Orquestada.
La idea central es que la conciencia surge de procesos cuánticos en el cerebro —dentro de las neuronas, no entre ellas—, específicamente en los microtúbulos, unas estructuras proteicas que forman parte del citoesqueleto neuronal. Penrose y Hameroff sostienen que estos procesos no siguen las reglas de la física clásica y que estarían gobernados por un colapso objetivo —no aleatorio— de la función de onda, influenciado por efectos gravitatorios a escalas muy pequeñas. Basándose en teoremas como el de Gödel, la conciencia no puede ser simulada por algoritmos clásicos.
En resumen: Orch-OR —en inglés— sugiere que el origen físico de la información consciente es “no local” en el espacio-tiempo.
Eso significa que el cerebro no almacena pensamientos, y que los procesos cerebrales no son puramente electroquímicos. También, que la velocidad con la que se procesa la información dentro de las neuronas es enorme. ¿Por qué esa altísima velocidad si todo fuese a nivel local? Sin embargo, si la información se originase de forma externa, el cerebro necesitaría un mecanismo ultrarrápido para "sintonizarlos". Los procesos cuánticos de Orch-OR proveen ese puente entre lo no local. La idea de que el cerebro pueda recibir conceptos —patrones de información sutil— desde un campo externo se alinea con este marco.
Llegados a este punto, es aquí donde cabe mencionar un fenómeno comprobado por la neurociencia: la Sincronización de oscilaciones cerebrales.
Es como se llama a que distintas regiones en el cerebro sincronicen su actividad eléctrica oscilatoria —ondas— para dar lugar a funciones como la atención, la memoria, la percepción, estados de conciencia… Ciertas frecuencias externas o internas —como las ondas cerebrales alfa, beta o gamma— pueden modular la actividad neuronal.
Significa que las neuronas, además de reaccionar a impulsos bioquímicos, entran en resonancia con señales rítmicas y coherentes, ya sean auditivas, visuales, táctiles, eléctricas... Pueden sincronizarse internamente entre distintas áreas y, también, entre cerebros. Se ha observado en fenómenos como la música o la meditación.
Hay muchos ejemplos de estudios sobre esto. Incluso el hecho de que un bebé se calme solo con la voz de su madre también se asocia.
Si está probado que el cerebro responde con resonancia a ciertos patrones electromagnéticos o rítmicos, ¿por qué no podría hacerlo también a un campo energético más sutil?
La sincronía vibracional
Si lo anterior es cierto, entonces no es descabellado pensar que el cerebro también pueda resonar con patrones vibratorios más sutiles, como los que emitiría un cuerpo energético o alma. Esta posible resonancia neuroenergética transpersonal podría ser el mecanismo de conexión entre el campo sutil del ser y su estructura biológica. La sensibilidad y la profundidad emocional, serían signos de una alta capacidad de resonancia entre el cuerpo energético y el sistema nervioso. Una alineación donde los sentimientos encuentran su eco físico en las emociones. La fluidez de esta sincronía permitiría mayor lucidez y coherencia interna. Al interrumpirse, aparecerían la desconexión o el malestar.
A esa resonancia, esa integración, podemos llamarla sincronía vibracional. Esto daría lugar a la experiencia consciente y a la voluntad en el plano físico local.
El cerebro sería un descodificador biológico altamente evolucionado. Ese grado de sincronización es el que puede resultar crucial para comprender las diferencias en sensibilidad y percepción emocional.
Tal vez, no sea una mera coincidencia que una persona con mentalidad abierta y profundidad de ideas sea, al mismo tiempo, sensible emocionalmente. De hecho, Estudios en psicología, como el de McCrae y Costa en 1997, vincularon la apertura a la experiencia —uno de los 5 grandes rasgos de la personalidad— con una mayor sensibilidad emocional y creatividad.
Cuanto mayor es la resonancia entre el cuerpo energético y el sistema neurológico, mayor sería la capacidad de experimentar lo intangible; no solo a nivel de emociones, sino lo que llamamos intuición. Las emociones podrían entenderse como traducciones densificadas —ecos químicos y eléctricos— de los sentimientos que el cuerpo energético experimenta desde un plano no local.
Recordemos que Einstein demostró que la materia es energía condensada, siendo un binomio del mismo sustrato físico. Así que no hablamos de un dualismo como si fuesen elementos separados. En ambos casos seguimos hablando de física. La conciencia sería como una propiedad física no local. Como el fotón —energía cuántica— y un ojo —materia biológica—. Juntos generan la experiencia de la visión. En este caso, la idea de la sincronía vibracional sugiere que el alma y el cerebro cooperan para generar la experiencia de la conciencia en el plano local.
Si las partículas elementales violan la localidad, ¿por qué no podría hacerlo la conciencia, que opera en un nivel cuántico más complejo?
Podemos entender el cerebro como un transductor, lo que transforma conceptos y sentimientos en reacciones físicas locales. Algo así como crear música con un piano: el alma sería quien lo toca; el cerebro, lo que suena a través de teclas y cuerdas —neuronas, microtúbulos…—. La sincronía vibracional sería el instante en que las manos del músico tocan el instrumento, transformando lo invisible —la partitura— en sonidos tangibles —pensamientos y emociones—.
Sus redes neuronales funcionarían como adaptadores de frecuencia, capaces de captar una parte de lo que el cuerpo energético contiene. Quizá, por ese motivo, algunas personas viven como si estuvieran anestesiadas, y otras sienten todo casi como si no tuvieran piel.
Esta diferencia en la sensibilidad puede deberse, en parte, al estado vibracional del cuerpo energético y su alineación con la biología. Factores como situaciones traumáticas o las creencias limitantes podrían "entorpecer" la conexión. Desde este enfoque, el desgaste energético al relacionarse con ciertas personas no sería solo una cuestión de extensión, ni meramente psicológico o emocional, sino fundamentalmente vibracional; como las cuerdas de una guitarra, que pueden entrar en resonancia o disonancia incluso a distancia.
Sospecho que los traumas pueden dejar huellas que, quizá en el futuro, se puedan medir más allá de la sinapsis. Si imaginamos un trauma como una subida de tensión, y en partes del cerebro —microtúbulos— como bombillas, podemos hacernos una idea de que producir un colapso caótico equivaldría a un filamento roto que ya no conduce bien la corriente, dejando un patrón energético disfuncional.
Ese patrón persistiría con el tiempo y alteraría el procesamiento futuro —los traumas no desaparecen por sí solos—. Habría patrones vibratorios anómalos, como una radio mal sintonizada. El trauma radicaría en la interacción entre el cerebro y el campo no local, como un código corrupto. Sería una "interferencia", dejando una marca en alguna parte que el cerebro traduciría como memoria patológica.
Alguien podría argumentar que los traumas son adaptaciones evolutivas del cerebro, útiles para la supervivencia. Puedo estar de acuerdo con ello; en su origen, son una respuesta de emergencia, pero cuando la alarma se dispara sin parar hay un fallo, convirtiéndose en patología. ¿Eso no va más allá de la mera supervivencia?
Si en el futuro se pudiese medir, en ese caso todo esto podría ser probado.
Por el momento, es especulación. Sin embargo, desde mi perspectiva, veo indicios prometedores. Si se confirmase, explicaría muchas de las vivencias que sabemos que están ahí aunque no tengan una explicación científica definitiva. Entre ellas:
Sucesos o fenómenos sin explicación asociados a lo paranormal.
Artistas y científicos que describen ideas complejas llegadas "de la nada".
Regresión hipnótica con detalles históricos precisos de épocas o culturas no aprendidas.
Experiencias cercanas a la muerte —ECM—, donde personas con muerte clínica —sin actividad cerebral— reportan vivencias detalladas, incluso corroboradas por médicos testigos.
No tenemos certezas, pero sabemos cómo nos sentimos. Podemos maravillarnos ante una sinfonía, un poema, una acción o el universo.
Una máquina, o la simple materia, no busca significado y no tendría por qué maravillarse. ¿Por qué emergerían emociones de los mecanismos, y no solo respuestas automáticas?
Hay personas especialmente sensibles que perciben matices invisibles para otros. Y hay quienes apenas sienten, sin empatía ni emociones, como si vivieran con los sentidos apagados, incapaces de entender a quienes admiran la vida con todos sus colores… y un bello misterio.
Hasta que podamos medir lo invisible, es posible que la intuición siga siendo nuestro mejor instrumento. Pero, tal vez, el verdadero misterio no esté en lo que sentimos ni por qué… sino en quién está sintiendo.
Realmente interesante el ensayo. A veces la especulación, desde una base científica hace que nos planteemos cosas que de otra manera sería imposible. Llevo tiempo dándole vueltas al tema de la percepción y al colapso de la función de onda por parte del observador. Acabo de leer "Universos Palalelos" de Kaku y habla mucho sobre este tema... pero tu planteamiento de la resonancia es interesante, aunque hay mucha gente que con este tema se le va un poco la pinza (en uno de mis monólogos sobre ciencia y música un señor estaba convencido de que nos manipulaban con la frecuencia de los electrodomésticos).
Muy interesante todo lo planteado en este video y las explicaciones dadas. Conocía la teoría de Penrose sobre la conciencia, pero no he leído mucho sobre ella. Sé que esa es la razón por la que él sostiene que la IA, en realidad, no es inteligencia porque no tiene conciencia.
Por otro lado, me pareció muy interesante las explicaciones sobre la energía y las vibraciones, con lo que estoy bastante de acuerdo, aunque tengo que leerlo con más calma.
Sin embargo, respecto a lo planteado acá sobre la conciencia, el peoblema es que, si bien, esta concepción cuántica de ma conciencia sería un avance, no deja de ser una teoría materialista de la conciencia. Y justamente, el paradigma materialista, hegemónico hoy en la ciencia, lleva a rechazar todas las experiencias de la conciencia que contradigan dicho paradigma, como las experiencias cercanas a la muerte. Mientras la ciencia no cambie de paradigma, va a seguir atascada y no va a poder explicar algo de índole Espiritual como es la Conciencia.
En fin, es un tema interesante, pero de largo debate.