La familia es un concepto que uno arrastra desde el primer uso de razón, como Dios: siempre presente y misteriosamente intangible. Aunque, en realidad, la familia sí se manifiesta... pero no como esperas. Te alberga en su seno y después te cobra con intereses el haberlo hecho.
Te enseñan que es sagrada, como el derecho a exigir sin dar, a llamar solo cuando el banco pide aval, a reunirse para fingir que el cariño no caducó junto al turrón. Y, sobre todo, la importancia del perdón: perdonar el insulto, la puñalada trapera… ¿Que no hubo arrepentimiento? Pequeño detalle. La familia perdona… tus errores, no los suyos.
Si alguien te juzga sin conocerte es culpa tuya por no abrirte. Si te ningunean es solo tu apreciación, por ser “excesivamente sensible”. Si el cabecilla o patriarca decreta que eres un vago, solo por dedicarte a algo que no entiende, es sabiduría ancestral. Los años lamiendo suelas no se discuten: son un máster en vida. Y si protestas eres un ingrato. Si te vas, un desertor. Si triunfas sin su bendición, un arrogante.
No es maltrato, es amor consanguíneo.
Si te mueres sí cuelgan un retrato en la pared, un “qué grande era” en boca de quien te ignoró en vida. La familia adora a sus santos… siempre que no tengan que convivir con ellos. Aprendes que no hay maltrato: es familia. Que si alguien sufre un episodio de violencia psicológica dirigida a ti, y te lanza acusaciones absurdas, lo correcto es sonreír, disculpar —aunque no reconozcan el error—, y dar gracias por el aprendizaje emocional. Si te excluyen de los planes familiares debes entender que te quieren mucho, pero no saben expresarlo. No es rechazo: es un malentendido.
En las familias solo hay malentendidos, nunca malas intenciones. Tampoco malas personas.
Si un familiar proyecta en ti una imagen irreal de cómo eres, sin escuchar tus explicaciones, la culpa es tuya: no sabes darte a conocer. Los que no escuchan suelen tener más estatus, ganado a pulso tras décadas de lamer botas y renunciar a sus sueños; lo cual, te advierten, tampoco lograrás tú. Su esfuerzo no es baladí: hay que tener tesón para conseguir ese estatus, y una férrea convicción en ideas retrógradas mientras se desprecia el sacrificio de otros. Hay que estar hecho de otra pasta, sin duda.
Destruir cuerpo y mente durante gran parte de la vida, por una bicoca, es el elixir de todo cuñado o jubilado prematuro que se precie para alcanzar la eternidad; la fórmula secreta para convertir una vida insulsa en relato épico… en la barra del bar. El mérito es incuestionable, incluso aunque su carrera hubiese sido fruto del enchufe.
Los demás, simples aficionados, debemos callar y agradecer. Jamás llevar la contraria, y mucho menos tener razón. Eso sería una afrenta imperdonable. Solo quien tiene callos en las manos —y en la lengua— puede hablar. Si te faltan al respeto y levantas la voz… ya no eres víctima: eres conflictivo.
Tener hijos te da puntos. No porque te gusten los niños, sino porque impide que estés al final del escalafón. Y si te gustan, mejor no desear que crezcan y progresen. Es más rentable que sean graciosos y manejables.
La clave es aparentar ser alguien de provecho según el molde: el que otros heredaron sin preguntar. Ser y pensar como los demás. No preguntar por qué. Eso es éxito. La vocación, como la paz interior, está sobrevalorada. Las cosas solo tienen valor cuando otros le dan reconocimiento… ¿Y el arte? Un capricho que no llena la nevera. Escribir es un hobby caro para cuando te sobran lágrimas y te falta sentido común.
Si lames las botas adecuadas en el trabajo o en la familia serás premiado con estatus; para imponer, para manipular, para ser impune, para ser alguien... Eso es muy importante. Si logras que te justifiquen, incluso cuando te comportas como un gañán, sabrás que has ascendido. Si te sales del redil estarás acabado. Y si vives bajo su techo, recuerda: la propiedad de la vivienda también implica propiedad sobre tu personalidad. Si te amenazan con echarte no lo tomes a mal: es por tu bien. Si no tienes adónde ir es culpa tuya. Eres desagradecido. Cuestionarlo es tener la mente sucia.
El arte es un capricho que no llena la nevera. Escribir es un hobby caro para cuando te sobran lágrimas y te falta sentido común.
En las familias no hay envidia, solo preocupación por tu bienestar, aunque nadie te pregunte por tus proyectos, incluso cuando los mencionas, aunque desaparezcan cuando tienes un problema, aunque jamás celebren lo que haces bien… Nada de eso es envidia: es sana indiferencia.
Lo más hermoso es el juicio invisible. Nadie hablará mal de ti a tus espaldas, aunque de repente alguien te mire como a un apestado, o no te salude, sin que entiendas por qué. No, no hubo un tribunal familiar donde te condenaron sin escucharte. ¡Qué va! Eso es imposible. Nadie rellena su ocio con chismes. Ni siquiera en un país donde eso es deporte nacional.
Sufre, calla y agradece con turrón o vino.
Que no se te ocurra llevarles la contraria en una fiesta, romperías el hechizo de felicidad obligatoria. Si mencionas algo como que alguien se equivocó sobre ti te convertirás en el aguafiestas, el raro, el que "ve cosas donde no hay". Porque en la familia no hay mentirosos, ni manipuladores, ni narcisistas. Solo hay dos bandos: el de los integrados y el de los parias. Y Dios siempre está del lado de los primeros, especialmente si son muy numerosos.
Yo, como agnóstico, he optado por el exilio discreto. Busco un club de exfamiliares anónimos en rehabilitación, con quienes compartir la carga de no estar bendecido, que me ayude a continuar con una vida menos sofisticada; porque reconozco que soy más sencillo que todo eso, que me falta talento; aunque tenga que renunciar a acudir a procesiones, ferias, cenas de sonrisas recicladas, cumpleaños de déspotas ilustres y santos laicos, navidades siendo segundo plato y viajes diseñados para reventarse el hígado o la piel. Me veo forzado a renunciar a las tertulias etílicas donde se pisa la voz del otro y se raja del ausente con pasión olímpica…
Sé que me perderé mucho. Y, para colmo, no habrá un heredero que siga con el linaje ni apellido que continuar. Sintiéndolo profundamente... va a ser que no.
Muy interesante 😊. Lo incluimos en el diario 📰 de Substack en español?
<palmada silenciosa y cariñosa en el hombro, de hereje a hereje> 😌